Exposición de pinturas y grabados, abierta al
público desde el 16 de Octubre al 06 de Noviembre de 2014 en el Palacio
Consistorial (segundo piso)/Dirección de Desarrollo Cultural, I. Municipalidad
de Valparaíso, Av.Condell 1490, Valparaíso. Chile
RELIEVES DE UN ARTE PORTEÑO EN DIÁLOGO CON SU
TIEMPO Y SU LUGAR
A distancia de los procesos, códigos y prácticas de
un arte contemporáneo metropolitano que tiende a uniformizarse en su proyección
internacional, cabe buscar y rebuscar las claves del hacer artístico de
Valparaíso en los vericuetos que le imprime su emplazamiento en el territorio.
Pues si bien toda ciudad se constituye complejamente, frente a ésta nos vemos
impedidos de trazar a priori un sentido de la circulación del sentido,
ocultándose su singularidad poética en el abigarrado acoplamiento a la
geografía local. En esta perspectiva, pueden apuntarse cuatro grandes relieves
de significación socioestética en la presente muestra colectiva de Antonella
Rojas, Camilo Zepeda, Andrés Herrera, Paola Vásquez, Carlos Pardo y Josué
Donoso.
El primero de ellos nos lo entrega la común
participación de estos artistas en el Centro de Grabado Valparaíso, institución
fundada el año 1992 a partir de la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, con
el fin de promover dicha disciplina en la región. Con edades que fluctúan entre
las dos y las cuatro décadas, los integrantes de este colectivo se diferencian
de los demás grabadores del Centro en términos generacionales, pero también en
cuanto a los modos de enfrentar su quehacer. En efecto, a lo largo de sucesivos
encuentros y conversaciones de café, el desafío por ellos asumido es el de
trascender la exigencia primaria de la gestión, de manera de responder al
imperativo propiamente estético de toda práctica artística. Este desafío no es
menor, por cuanto se hace eco, en parte, de la reciente crítica formulada por
Justo Pastor Mellado a propósito de una búsqueda que se habría estancado en 1992.
A partir de ese año, en efecto, se manifestaría una disyunción respecto de los
épicos desplazamientos a partir del grabado, encabezados a nivel nacional por
Eugenio Dittborn y en la región por Víctor Maturana.
La vía seguida por los artistas que aquí nos
preocupan no se amolda del todo a lo sugerido por el curador penquista sobre la
relación entre ilustratividad, mancha y serialidad. Esto no deja de ser
interesante, por cuanto nos señala no solamente la posibilidad de múltiples
lecturas respecto de la contemporaneidad de las prácticas artísticas, sino
también de cierta voluntad de autonomía en la constitución del campo artístico
regional. Pues, como sea, los artistas que aquí nos ocupan participan de cierto
malestar frente al actual estado del grabado porteño y los usos que le son
asignados.
En efecto, un segundo relieve de significación,
propuesto por estos mismos artistas en el diálogo con ellos sostenido, apunta a
los términos de abismo y existencia empleados en el título de esta exposición.
Se trata de una lectura de contenido que resulta decidora de su incomodidad
frente a los temas y la orientación global del grabado regional. Así,
desmarcándose en cierto modo del folclorismo y el surrealismo predominantes en
un tratamiento eminentemente contextual y paisajístico, este grupo tendría en
común el trabajar desde la interioridad. Ello se traduce en obras duras,
tristes, de colores fríos que se contraponen a la vivacidad habitualmente
representada en los retratos del Puerto. La referencia al contexto existe, pero
es oblicua o manifiesta de un desasosiego crítico que se traslapa a cierta
denuncia social. La soledad en Carlos Pardo, el desperdicio en Camilo Zepeda,
la oscuridad en Antonella Rojas, la muerte en Paola Vásquez, la desolación en
Andrés Herrera dan cuenta del estado emotivo que impregna la vida de provincia
en su precariedad periférica, por debajo y sustentando el alegre revestimiento
porteño de los bloques de color.
El tercer compuesto de sentido nos viene sugerido
por los mismos géneros artísticos empleados y su tratamiento material. En este
caso, sobresale la paradoja de un grupo de grabadores que, a pesar de
reconocerse como tal, en los hechos indaga en el dibujo, la pintura, la
objetualidad y la instalación, siendo Andrés Herrera el único artista de oficio
pintor que, paradójicamente, en este caso trabaja el grabado. De esta manera,
este último y Paola Vásquez exponen xilografías; mientras que Carlos Pardo
sondea el dibujo; Camilo Zepeda y Antonella Rojas exploran la pintura; y Josué
Donoso, al igual que esta última, construye a partir de la objetualidad. Se
trata sin duda de desplazamientos que nos permiten apreciar una variedad de
inclinaciones artísticas dentro de trayectorias en proceso, algunas todavía en
estado germinal. Este conjunto, pese a su disparidad de propuestas y a la común
huella del desasosiego, presenta contornos más bien tradicionales y modernistas
en su propensión ilustrativa y su preocupación por las formas. No obstante este
sesgo, es posible percibir una perturbación estética adicional.
Por cierto, en el arte de provincia, así como en
general en el arte periférico, no es posible disminuir el peso que tiene la
constitución del campo cultural en la necesidad de los artistas de subsistir
mediante la venta de sus obras, en detrimento de una mayor experimentación
formal y contextual. Frente a un mercado y una institucionalidad del arte
contemporáneo muy poco desarrollados aun a nivel nacional, resulta tal vez poco
adecuado solicitarles a los artistas que se aventuren a producir obras y/o
procesos demasiado ajenos a la sensibilidad del lugar. Sin embargo, de alguna
manera, cierta clase de artistas porteños contribuyen a enrarecer los
imaginarios locales por medio de sus visualidades disonantes y esta exposición,
precisamente, reúne a algunos de ellos. Desamparo, soledad, fragilidad, muerte,
contaminación son parte, decíamos, de esta cita donde predomina la subjetividad
por sobre la pericia técnica que exige el grabado académico. Entonces, estas
propuestas no están exentas de riesgos, asociados además a la recuperación de
algunos códigos y procedimientos propios de la historieta y la gráfica popular,
por ejemplo, así como de una apropiación del grabado como matriz de
problematización de lenguajes artísticos colindantes.
No obstante lo anterior, una consideración
demasiado tradicional tanto de estos artistas como del arte contemporáneo
porteño en general impediría apreciar otros procesos que subyacen a la
producción de las obras congregadas en esta muestra. La visualidad es un
componente dentro de un entramado artístico mayor, el que reúne prácticas de
gestión y autogestión pero también intervenciones, acciones, publicaciones,
etc. y, asimismo, derivas y relaciones con, dentro de, a través y hacia fuera
de la ciudad. Puede apuntarse bajo este prisma un cuarto relieve del grabado
desplazado en la presente muestra.
Las obras de Josué Donoso y Antonella Rojas dan
cuenta de una singular ecuación alcanzada entre el requisito de la venta y la
supervivencia, por un lado, y el de la experimentación, por el otro. Esto,
sobre todo mediante la ocupación del marco como recurso delimitador de un
espacio donde se despliega cierta libertad en el rescate de los pliegues de la
ciudad, sus volúmenes y profundidades, sus perfiles y ornamentos, sus collages
y superposiciones de materiales. En cuanto evocan, imprimen, incorporan y
preservan fragmentos de una ciudad amenazada, estas propuestas se nos presentan
como soluciones visuales, plásticas y objetuales de contención. Asimismo, ellas
nos parecen participar de una contemporaneidad “otra”, pues no abdican del
diálogo con un tiempo habitado según las diferenciales claves del lugar.
Carolina Benavente Morales
Universidad de Valparaíso
LINK DE ARTISTAS:
Antonella Rojas Auda (pintura)
Andrés Herrera Pagliettini (grabado)
Carlos Pardo Pardo (dibujo y pintura)
Camilo Zepeda Meza (pintura)
Josué Donoso Miranda (grabado/gráfica)
Paola Vásquez Farías (grabado)
http://paola-vasquez.blogspot.com/LAS FOTOS DE LA INAUGURACIÓN EN ESTE LINK:
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.711794112231352.1073741855.158946527516116&type=1